Seis años después de su inicio, la Primavera Árabe no ha logrado acabar con las dictaduras en numerosos países árabes. Los regímenes se han atrincherado y han contraatacado, alentando la conflagración a niveles de guerras civiles brutales y sin visos de solución. Este prolongado punto muerto, sin vencedores claros, ha conducido a las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias a considerar posibles arreglos de reconciliación dentro de los marcos autoritarios existentes. Así, se trataría de abordar reformas, medidas conciliatorias y otros acuerdos de reducción de hostilidades bajo las condiciones dictatoriales; las estructuras del régimen permanecerían intactas y los cambios serían acogidos dentro de los marcos autoritarios. Pero este artículo sostiene que la reconciliación bajo el autoritarismo constituye un planteamiento destinado al fracaso de la paz y del desarrollo, y solo puede favorecer el afianzamiento de las dictaduras. El problema no tiene que ver con el tipo de progresos políticos buscados ni con la forma de resolución de conflictos, sino con la estructura y objetivos finales de las dictaduras en sí mismas. Si se desea que la seguridad y la estabilidad sustituyan al caos en el mundo árabe, primero hay que cambiar radicalmente tanto los regímenes autoritarios como las relaciones de poder. Para lograrlo, las revoluciones árabes deben seguir desafiando a los regímenes represivos mediante un movimiento resiliente y no violento, reclamando nuevos contratos sociales que permitan establecer la rendición de cuentas, la transparencia y la buena gobernanza como nuevos puntos de partida. La comunidad internacional, por su parte, especialmente Occidente, debería dejar de apoyar a regímenes tiránicos para asegurar sus objetivos de seguridad. Dicho apoyo lo único que está logrando en realidad es exacerbar las causas de la inestabilidad, amenazando los intereses de todos.
Primavera Árabe, autoritarismo, revolución, reconciliación, transición.